domingo, 23 de octubre de 2011

Principiantes in da house!




El humo sigue siendo un alimento exquisito y si tiene que matarme es algo que puedo aceptar, por ahora. Como la revolución que nunca se acaba de producir,
como el deseo interminable de malvestirla con las sábanas de mi cama y vaciar una botella de vino sobre su lengua.

Si todo ha de quedar suspendido en vida, que así sea.
Si lo que hay es lo que ponga de mi bolsillo tocamos a muy poco.
Porque yo fui quién confió en la narración como origen del universo, en el sinsentido dado al sentido... yo me arrodillé todas y cada una de las noches maravillado de esa religión primigenia que es contar las historias que nos hacen grandiosos adictos.

Como el relato de ese jadeo indocumentado mientras paseo con Django por una calle que no me conoce.
O la necesidad de no acabar una novela porque lo que yo deseo es robar para mi vida lo que escriba.

Y si una chica canta cerca mío me vas a ver llorar; por ser, ya, mayor y presentir lo efímero.
Y si una chica elige, bueno, si es a mí puede prepararse para lo mejor. No la voy a dejar como cuando la encontré.

Me ducho y me visto con mis mejores ropas justo antes de echarme a dormir.
Porque prefiero que me lea ella, desnuda, curiosa... impertinente; a tener que arrastrarme por toda la lógica de permanencia de esta especie, cobarde, ingrata y sin deseo de victoria.

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