sábado, 27 de marzo de 2010
The ponies run, the girls are young
En esta ciudad no existe el ardor. Aunque las hogueras ayudan, sólo de tu energía interminable puedes fiarte. Todo lo demás lo has imaginado así.
Y en la calle, reinterpretar los susurros del viento (cuando lo hay) y calibrar la tonalidad del sol (con los ojos abiertos) cuando cae la noche.
En un mundo en el que los sin hogar no se acurrucan juntos
no puedes esperar entender muchas cosas; ni pretender poder alguno.
Sobrevivir a la avalancha es una exigencia del guión, una criba por resolver.
Y de la misma manera en que te internas en el mar sin nada en los bolsillos tienes que separar la cara tras el siguiente beso. Créeme.
Tú que quieres aprender a vivir debes olvidarlo todo,
morir varias veces, hasta que salga bien;
hasta que vuelvas a dudar si no será
que eres inmortal, que eres el cronista.
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