miércoles, 22 de agosto de 2012

Si entro en Laconia, arrasaré Esparta






Se sale del hogar y sólo hay bares, claro.  Se entra en uno cualquiera buscando a Guillermo de Ockham o se espera uno tropezarse con Hannah Arendt, pero una vez dentro sólo hay gente envejeciendo y riendo sin que ningún chiste sea la ostia.

Y cada vez que supones que te has definido de alguna manera, llega una horda de diablillos marrulleros para hacerte quedar mal. Te pintarrajean la cara y te visten de industria del porno. Y ni siquiera en el bar ríen.
Así que te buscas un trabajo.

Cada final de equinoccio te entregan una bolsa con maravedíes o un cofre de doblones y te buscas una vida que comprar en la sección de segunda mano de la prensa seria y perfumada. Tres o cuatro lunas después, un desconocido llama a tu puerta. Trae regalos, previamente encargados, que colocas directamente en un rincón en particular por su especial microclimatología y solubilidad con el entorno -lo que viene a ser, donde no moleste-; le das maravedíes y adiós muy buenas.

Pero el sol se esconde y es hora de que tu también tengas tu pérdida de conocimiento diario, mañana hay que sentarse en la misma silla y mirar el mismo electrodoméstico que siempre.

Y llega ese día, cada día. Al decimocuarto bostezo vas a la máquina tragadoblones y te toca un café. Bien por ti. Desde que odias los días, te odias a ti mismo.

Hay jornadas que eres el cincuentón de la mesa de enfrente, con una profesionalidad aplastante a falta de vocación, y esa noche no duermes bien; otros eres el cuñado de la prima del marido de la chica a la moda de al lado y "sí, pero no". La mayoría de las veces eres uno que se parece ligeramente a alguien que solías ser.

Menos mal que en tiempos de guerra necesitan que tú no estés en tu puesto -la fuerza de la desinformación-, y te mandan a asaltar colinas de alto valor turístico, o a tostarte al sol para obtener un oscuro tono epidérmico que se camufle con el status quo. Son dos semanas, 14 días, 336 horas de batallas contra el aburrimiento de intuirse dato estadístico o secundario gracioso. 

Al menos, las otras especies se reproducen por instinto y violencia, no por tener 20 minutos libres al día  como único vestigio de una especie evolucionada.


"Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días"
                                                                                                                                   Germaine de Staël