Como el general anclado en una colina que no ve como los soldados de primera fila empiezan a perder la posición, pero lo sabe.
Se purgaba comiendo hierba. Sacaba la cabeza para recoger los pocos rayos de sol que llegaban, mientras hacía, contra un mundo de obreros que idolatraba de manera ridícula, de su cabeza, ariete. Aquello daba más gloria que pena.
En un arranque de otoño, decidió no separar la tortura de la ternura, empezando por no calentarse las manos antes de meterlas en el río. Ya no sujetaba las cosas, algo fallaba en sus conexiones espino-cerebrales; si cogía algo, en unos pocos segundos lo había dejado en otra parte.
Verle la cara era aterrador, se plasmaba el hartazgo de forma asimétrica aunque cooperativa.
Se casó pronto y tuvo descendencia.
Luego marchó a un pueblo que decía que era idéntico al que le había visto nacer. Murió hace nada, de malas maneras, pero no había nadie presenciándolo; si nadie ve el árbol cuando cae, ¿éste hace ruido?
... Ni lo dudes
"El poeta es la parte de la persona refractaria a los proyectos calculados"
René Char