miércoles, 3 de marzo de 2010
La senda de los bisontes
Lo conjuraron un amanecer temprano, de los de luz tenue, de pajarillos excitados con el sol lejano y rumores de tormenta en otro lugar.
Lo alimentaron con lo añejo, con leche de búfala antes que materna. Le indujeron miles de deseos; pero estaba en otro sitio, despistándose.
Lo vistieron con costosos ropajes que acabaron en el barro y se le mostraron, por otros medios, los parajes deshabitados: no por lúcidos, sino por yermos. Y quiso recorrerlos.
Y ahora no sabe donde está, ni le importa; ya se acerca a la tormenta con excitación. No le importa si debe algo o lo debe todo, si hay precio que pagar o si ya lo entregó al principio.
Porque su mente se ha quedado en el camino, sin ningún motivo importante; y aunque aún no lo sabe, terminará por desandar los pasos.
Para al fin detenerse sus fuerzas y, sin dejar huella, volverse a despistar de lo irreconciliable, y así reconciliarlo.
lunes, 1 de marzo de 2010
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