domingo, 6 de junio de 2010

Incluso la soledad se puede atravesar



Zaragoza se parece mucho a Chernóbil, tiene abundancia de riberas y enormes arboledas y sin embargo a sus habitantes les valdría con una buena red de catacumbas donde ocultarse. Igual no ha quedado muy claro...ya, es Chernobil lo que se parece a Zaragoza, eso debe ser.
Echo de menos la muchedumbre a todas horas; pero la culpa es mía por anegarme de familia hasta los ojos.
Me caigo de sueño. No he dormido, pero sí he desayunado.
Parafraseando a S. Jerusalem, tengo ahora mismo"una actitud inmejorable para hacer periodismo".

Y ando nervioso queriendo contar algo sobre The Butcher Boy, pero resultaría aún más yermo de lo normal. ¡Y es un pedazo de película, de las de aplaudir hasta con los pies!
Así que cambio de tercio de Flandes -me cabreo al releer- y me decanto por la confesión agustiniana (¡guau, que giro de guión tan inesperado!), algo que me sale siempre solo, como la verborrea casposa a los tertulianos de la tele.
He encontrado informes de evaluación del bachillerato que ya hacían saltar alguna que otra alarma, vocación de pésimo estudiante; de soplapollas, para hacer honor a la verdad; si no estuviese de empalmada a lo mejor no estaba pensando en lo completa que me parece la palabra follar; un "derecho de la persona", según Lisa Bonet.

¡L. escribe, cojones! No me dejes solo en este antiguo oficio de canastillero. Lo mismo cambio de tercio de Mahou y me bajo el Ebro en kayak; haciendo, así, de la vida videojuego, de esos de superar pantalla a pantalla antes de partirle la cara al boss barriobajero de turno.
Me disculpo y me retracto de mis ganas de camorra aragonesa, Zaragoza no se parece a Chernobil, se parece muchísimo más al pueblo de Trillo.

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