miércoles, 30 de junio de 2010

Invocando a todas las diosas de la fertilidad




Reponemos el disco:



Me voy a entrometer. 
Es todo lo que quiero.
Te voy a levantar el vestido y así lo voy a dejar. 
Y besarte mientras araño la pelusilla rubia de tus piernas. 
Y si lo que conoces es el sexo alargado durante horas,
te voy a enseñar cómo se besa durante días. 
Hasta llevarte en barca por el lago quiero. 
Y me decido yo, ningún coro griego de por medio.

Sólo estaba esperando al verano.
Y ha tardado lo suyo... el mamón.
Y que digas no, no importa demasiado,
porque seguro que hasta eso lo haces bien.

Nena, me encanta como bebes.
Y contigo nunca dejaré de fumar.
Mejor tipo no me haces-
chorradas tampoco-
pero me corro cada vez que te ríes.

Cachorro de altas miras




Desde la zona Vip, y agarrado al vacío podía verla en la pista.
Bailándolo todo. Sin mirar a nadie. Sabiendo que los tiene a todos de viaje astral por su cuerpo. Pidiendo a gritos no crecer, no tener un trabajo en toda su vida.

Ah, sí, la descripción del lugar: pues básicamente un antiguo sistema de túneles de cualquier atracción de coches para niños. Si puedes puedes y si no...
Y el conflicto, en este caso una fácil elección: llevo una bolsa de deporte repleta de pasta, se la he robado a alguien de la fiesta y no debería quedarme expuesto a que me humillen en el campo de fútbol, me den una paliza o a que se acabe pillando por mí un matón homosexual de doce años.

Ya debería estar brindando con dos desconocidos en una heladería, sin padres, con un futuro por delante sin problemas de dinero, sin problemas de ningún tipo, disfrutando de la valentía de huir realmente a donde siempre he querido... pero esa niña me retiene. No contaba con esto.

¡Y allá vamos!

Bajo a la pista con la bolsa al hombro y apartando gente. Con un puñado de billetes en la mano y la mirada fija en ella. Lleva veinticinco carpas refulgentes nadando al unísono por vestido; su pelo revuelto se acerca hasta mí y me roza las mejillas. Y mira al suelo, por supuesto. Pero me deslizo por la pista bocaarriba y me cruzo entre todos ellos. Saco el fajo de billetes y lo arrojo al techo.

Todos son brazos y sonrisas pero ella me mira a mí sin dejar de bailar.
De un tirón la traigo al suelo conmigo. Punto importante: no le gusto. Lo sé, pase lo que pase, haga lo que haga, se quede el tiempo que se quede; yo no le gusto.

El dueño de la pasta y sus matones ya saben demasiado: la gente se pisa y empuja en el centro del local intentando meterse todo SU dinero en los bolsillos. Y saben que ese dinero es el suyo porque sólo ellos parten la pana. Se funde a negro. Olvido el intermedio. Pasan los años.

Y

Ella está en la puerta, sin juventud, sin firmeza. Lo demás sigue ahí, pero la frescura, las carpas de su baile y mi deseo de irme con ella hace años que desaparecieron. Me amenaza desde la puerta, y se va. Podría seguirla, lo he hecho otras veces.

Ha pasado una hora, estoy sólo. ¿Qué fue de mí? Yo tenía un plan, y no recuerdo si lo seguí o no. Mi aportación a la causa fue compartir la suerte y lo único que se comparte es el paso del tiempo. Este punto no es el final, dentro de poco la estoy buscando por ahí y acabo encontrándola en la pista de cualquier tugurio, y nadie la mira entonces como lo hago yo.

jueves, 17 de junio de 2010

De sandías y yonkis



Vuelvo a sentirme yo en el equivocarme. Me descubro una y otra vez mi mirada para adentro, apuntando en la gran lista un nuevo momento de inflexión, amable y simpático como mi mejor yo; y con la llave de paso en una mano y el chorro de agua brotando hasta cubrirme las rodillas:

Unas tetas cobrizas fantásticas que quitan cualquier miedo al hambre y al sueño. Desde luego que sí. Demandando cariño en mi puerta, eso que siempre pensamos no va a volvernos a ocurrir. Aún queda alguna madriguera llena de conejos.

La gente necesita a la gente, más que cualquier otra cosa. Necesita un masaje en el cuello y un abrazo de alguien a quien nunca hayan abrazado. Necesita un polvo lento y fruta.
Y yo, además, necesito a una de esas que fueron lolitas con doce años y ahora se les ha olvidado. Y Humbert ya avisó de que hay poquísimas.

Estoy harto de ver palomos gordos infectos achuchando a las palomas por la calle, sabiendo que, si su panza les permite aguantar la persecución, mojarán; y la dejarán con un huevo dentro.
Estoy harto de ver casados y casadas. De ver parejas de viejos camino a casa o a misa. Quiero que toda esa mierda no me afecte y echar antes de desaparecer doce polvos de esos que quitan varios años de vida.

miércoles, 9 de junio de 2010

Revisionando a los clásicos III: A guide to recognizing your saints






"Lo dejé todo y a todos; pero nadie, nadie... me ha dejado a mí"


Si tuviera un arma no recomendaría esta película intentando desentrañar todo lo bueno que tiene (y bueno también de bondad, de la verídica, de la que se respira tras toda una vida ahogándote), no intentaría hacer campaña de la primera película de un tal Dito Montiel, basada en su propia novela autobiográfica. Si tuviese un arma la ibais a ver porque sí y punto.

Pero no la tengo. Así que por partes.

Dito estaba harto de su barrio, de cómo le amenazaba de muerte cada día, de cómo truncaba los sueños de sus amigos de la infancia, de cómo todo lo hermoso se pudría entre bromas de padre fracasado y novias que tienen la vida ya decidida. Y Dito se marcha. Y que les follen a todos.
Se hace escritor y escribe sobre lo que conoce: sus amigos, su madre, SU PADRE (¡qué a todo esto es el puto Chazz Palminteri!)... Y no sabemos que ha escrito; pero nos iremos haciendo a la idea.

Quince años después vuelve al barrio porque su padre está enfermo. Desde que pisa el barrio, Dito va recibiendo honestas críticas sobre su marcha que el confunde con reproches.
En realidad, el que tiene asuntos pendientes con el pasado es él y poco a poco los pone frente a sus allegados.

La película salta del Dito de 16 años que se va llenando de deseos y sobre todo miedos, al de 30.

Es una película sobre Nueva York, y tiene algo increíble en su descripción: no copia a Scorsese. Esta Nueva York se parece a tu pueblo en verano, a tu barrio después de las clases (si no eras un verdadero gilipollas, claro); es la infancia de casi todos.

Y lo mejor de todo es la esperanza de que cuando vuelvas, al igual que en la película, nos daremos cuenta de los errores: la novia ya es madre, los amigos ya están de vuelta de ti, la madre te descubre que la actitud de madre es justo lo que siempre has necesitado y el padre...bueno, eso lo mantenemos en secreto.

Toda una vida huyendo para poder sentir, y descubrir que, al final, sentir es lo contrario de sentirse satisfecho.

P.D: Boyero vuelves a ser un soplapollas.



martes, 8 de junio de 2010

Revisionando los clásicos II : Frost/Nixon



Aún no me explico que pinta Ron Howard llevando esta tremenda película a buen puerto; porque, si exceptuamos Willow, el resto de su filmografía se espachurra en la acera de madura que está: aquella de Tom Hanks y la sirena, Apollo 13, la muy-pero-que-muy fascista Ransom o la soporífera y chulopollas Backdraft (aquí Llamaradas o "la película que condenó a todos los que participaron en ella a hacer un parón obligado en su carrera").

Frost/Nixon la podría haber firmado el desaparecido S. Pollack si hubiese sido más cínico y más cabrón, aún.
Y no sé si es que ya he tocado fondo o qué, pero me he reído un montón con este desafío entre Nixon y Lorenzo Milá.

Por muchas razones, pero la más básica de todas es que está película sobre periodismo de investigación dedica menos de un minuto a la parte de rastrear la mierda del señor Nixon, en parte porque sería un plomo, sí, pero, sobre todo, porque el meollo se reduce a que Nixon lo tenía bien jodido (obviando que el tipo no fue a la cárcel y obtuvo el indulto total y automático de parte de Gerald Ford).

Esta no es la historia de como el mundo paga 2.000.000 de dolares por no juzgar a Richard Nixon-la mitad del film trata sobre la financiación de la entrevista-, sino que trata sobre como el show televisivo consigue derrumbar a un hombre que no sabe esconder su odio a los demás.

Porque perseguidor (un David Frost vividor y pusilánime) y perseguido (el Nixon más cabrón y reaccionario) no están, necesariamente, jugando al mismo juego.
Uno triunfa cuando ve peligrar su estatus, el otro fracasa cuando presencia la fe ciega de sus amigos...y es al revés de lo que se esperaría por lógica.

Frost/Nixon no es ningún clásico y nunca lo será porque es una película extraña sin épica alguna. Una inmersión, en primera persona, en el mundo del espectáculo político en la figura de un tipo al que se la suda la política. Y por eso gana Frost. Casi sin darse cuenta y sin que merecerlo o no importe lo más mínimo. De hecho, da la sensación constantemente de que Frost sólo está preocupado por la audiencia, y los intentos de Nixon de llevar la relación al terreno del combate resultan anacrónicos y poco realistas. El peor enemigo de Nixon es él mismo.

Gana el nuevo, el que tiene suerte en la ruleta del casino; el otro simplemente hace pública su destrucción sin ser consciente de ello.

Espero que no la vea nadie más o estallaremos de ganas de vivir de tan frívolos que nos volveremos.


domingo, 6 de junio de 2010

Incluso la soledad se puede atravesar



Zaragoza se parece mucho a Chernóbil, tiene abundancia de riberas y enormes arboledas y sin embargo a sus habitantes les valdría con una buena red de catacumbas donde ocultarse. Igual no ha quedado muy claro...ya, es Chernobil lo que se parece a Zaragoza, eso debe ser.
Echo de menos la muchedumbre a todas horas; pero la culpa es mía por anegarme de familia hasta los ojos.
Me caigo de sueño. No he dormido, pero sí he desayunado.
Parafraseando a S. Jerusalem, tengo ahora mismo"una actitud inmejorable para hacer periodismo".

Y ando nervioso queriendo contar algo sobre The Butcher Boy, pero resultaría aún más yermo de lo normal. ¡Y es un pedazo de película, de las de aplaudir hasta con los pies!
Así que cambio de tercio de Flandes -me cabreo al releer- y me decanto por la confesión agustiniana (¡guau, que giro de guión tan inesperado!), algo que me sale siempre solo, como la verborrea casposa a los tertulianos de la tele.
He encontrado informes de evaluación del bachillerato que ya hacían saltar alguna que otra alarma, vocación de pésimo estudiante; de soplapollas, para hacer honor a la verdad; si no estuviese de empalmada a lo mejor no estaba pensando en lo completa que me parece la palabra follar; un "derecho de la persona", según Lisa Bonet.

¡L. escribe, cojones! No me dejes solo en este antiguo oficio de canastillero. Lo mismo cambio de tercio de Mahou y me bajo el Ebro en kayak; haciendo, así, de la vida videojuego, de esos de superar pantalla a pantalla antes de partirle la cara al boss barriobajero de turno.
Me disculpo y me retracto de mis ganas de camorra aragonesa, Zaragoza no se parece a Chernobil, se parece muchísimo más al pueblo de Trillo.

viernes, 4 de junio de 2010

Revisionando a los clásicos I: Lone Star




- ¿Vais a casaros?
- Puede.
- ¿Conoces a su familia? ¿No les importará que seas blanco?
- Su familia cree que una mujer mayor de 30 años que no se ha casado debe ser lesbiana...estarán contentos de que yo sea un hombre.
- Reconforta ver como un prejuicio queda superado por otro aún mayor.


John Sayles es escritor, guionista y director de cine independiente. Y Lone Star es la primera película suya que he visto. La peli es bastante desconocida, del 96; época de horas en el videoclub, donde siempre la tuve en mis manos por el enfermizo atractivo de su carátula.

Han tenido que pasar catorce años.

Por detrás, junto a una sinopsis imposible de adelantar, un tío del New York Times la define como "absorbente". Bueno, sí, es exactamente eso.
Te mantiene pegado a las historias de los"espaldas mojadas" que cruzan la frontera para convertirse en su propia competencia y que acaban volviendo a casa porque han hecho pasta suficiente, te mantiene atrapado con la sabiduría de la primera linea fronteriza de los EE.UU, tejanos orgullosos que poco tienen que ver con el tópico redneck que necesitamos suponer y también a los negros; envuelto uno de ellos en la negación al "victimismo" de los suyos que se come una buena ración de sentido común y familiar.

Y no es el carácter impreso por Sayles a esos grupos lo que importa, sino que minuto a minuto vas comprobando hasta que punto todo está interconectado. Todos forman una comunidad cohesionada a través de sus demonios: los lazos familiares, la ley o la ausencia de ella, la corrupción (o quizás el reparto justo entre los supervivientes) que desarrolla la historia del Condado de Río, también llamado el Estado de la Estrella Solitaria (lo dicho, primera linea en el mundo real). John Sayles no denuncia el pasado, no intenta hacer cine reivindicativo; Sayles pare un peliculón social; en el que lo que importa es el presente de la comunidad donde todos y cada uno de los personajes mejoran al conjunto.

Pero, por encima de todo lo demás, resulta fascinante cruzarse con una historia tan cuidadosamente contada que cada escena posterior supera en fuerza, contexto, claridad y humanidad a la anterior.
Aquí no hay trucos, no hay mecanismos, sólo la constante duda sobre la validez de nuestros prejuicios y la fortuna de comprender, a mitad de metraje, que se nos quiere enseñar con un regalo y no con un éxtasis trágico de los tiempos de Sófocles.

Mi padre, cuando yo era niño, solía decirme que nosotros cometeremos los mismos errores que cometieron ellos; pero, por lo que he logrado entender, eso no ocurrirá...sino que cometeremos los mismos aciertos que cometieron ellos.


P.D: Queda inaugurada una nueva sección de crítica a las películas que me apetezca y que a lo mejor acaba con ésta.

jueves, 3 de junio de 2010

Mentir; creer en lo que no se ve


Diez fantasmas más a la lista callejera,
me siento como la Whoopi Goldberg de Ghost.

No creo que la probabilidad se atreva a cuestionar nada al respecto.

Me miran esos aparecidos, me increpan, me escupen y se van bailando por mi misma acera, empujando a alguien, de vez en cuando, bajo las ruedas de los coches.
Y yo no me entero porque estudio en la biblioteca enfrente de una chica de primero que aparenta haber hecho añicos una vajilla entera.

Y me mira fijamente, proyectando imágenes fabulosas en mí:
Nos follamos entre el oleaje y los restos de un naufragio,
con un brazo alrededor de ella y otro asido al mástil;
el agua tapando y destapando los muslos de ambos y el sol, rencoroso,
calcinando nuestra piel salada.
Y luego ahogarnos, claro, qué si no.

Levanto la vista de su mirada negra y veo que los espectros se están pasando. Los apuntes de la gente vuelan por toda la sala, los portátiles se hacen añicos y bolígrafos que vuelan solos garabatean pollas en la cara de los estudiantes.
No estoy para poltergeist. Prefiero disfrutar del enigma de la chiquilla que puede con todo.

Y volvemos a conectar nuestras miradas: Dejo mi mente en blanco; una montaña se abre en dos y de su raja brota un torrente incontrolado.
Esta chica tiene una obsesión líquida.
Me viola la mente con escenas de polvos forzados, con la hierba incrustándose en la espalda y sus manos aplastando mi cabeza contra el suelo.
Por mí perfecto.

Pero se cansa, se despista; o a lo mejor he sido yo quien ha aguantado hasta el final, quién sabe.
El caso es que se levanta, recoge sus cosas y se marcha por la puerta rompiendo todas las baldosas que se cruzan con ella.

Al pasarme la mano por el pelo compruebo que estoy empapado, y que los demonios se han montado una rave con pirotecnia, barras de bar y máquinas de espuma... y sólo yo lo presencio.
No queda nadie estudiando y la súcubo ya no está;
me importa muy poco todo lo estudiado.

Estrecho la mano a un par de aparecidos que se les ve animados. Parlotean sobre los éxitos de esta multinacional, sobre lo rápido que se asciende si uno se compromete con el ideario de la marca, sobre la cobertura al finalizar el tiempo laboral...
Me enseñan un contrato que no recuerdo haber firmado, un par de golpecitos en la espalda y cada uno vuelve a lo suyo.
Se acerca, impenitente, otro verano.