miércoles, 21 de abril de 2010
Atízame de pleno pero no me des la vara
El combate a muerte definitivo. Dos luchadores que se ríen de la muerte.
Él, un sociópata inadaptado, pletórico de hiel y poesía, hiperestésico y lleno de autolesiones; la mitad imaginarias.
Ella, una despiadada seropositiva, mitad infantil, mitad caprichosa; con ganas de llevarse todo por delante y que nadie sea capaz de hacerla sentirse protegida.
-Los personajes procuran ser ficticios en la medida de lo posible-
El local está abarrotado porque se ha corrido de boca en boca que es algo digno de ver. Eso es un punto en contra suyo, pero también del público: él ha prometido matar a todos los presentes si resulta vencedor.
Fight!
Ella le mira compasiva, y se acerca sonriendo.
Con la guardia baja y pensando que ella iba a lanzarse a sus brazos...sucede un primer error de principiante: disparada hacia delante le incrusta las rodillas en el plexo solar derribándolo a varios metros.
- Di la verdad, tu peli favorita es la Guerra de los Rose...
- Sabes perfectamente que no soy un tio con una única pelicula favorita.
Un rápido vistazo de psicópata entrenado le da toda la información estética de ella, calibrando así los pros y contras de su vestuario en este asalto.
1ºLas botas le ayudan a dar unas patadas devastadoras, debe evitarlas todo lo que pueda.
2ºLuego está ese estúpido corte de pelo ochentero; podría agarrarla y someterla así, pero la educación televisiva que ha recibido le impide luchar como una chica.
- Cada golpe que me des me hace más fuerte, si quiero puedo ser un masoca perfecto.
- Yo al menos he practicado el sado, tu sólo lo has imaginado, freak.
Como había pensado, ella se obsesionó lanzándole patadas giratorias. Tenía prisa por ganar; bueno, siempre había tenido prisa en general.
Tras esquivarlas como un rayo, se sitúo tras ella y la agarro con ambos brazos buscando un rozamiento que sobrepasaba lo enfermizo.
Ella lanzó la cabeza hacia atrás, rompiéndole una vez más la nariz. Se le nubló la visión.
- Me tienes harta. Montas esta pelea y ni siquiera tienes intención de luchar.
- Tendrás mucho que objetar... has invitado a más de cincuenta personas para verlo.
Totalmente cegado se rebuscó por los bolsillos, sacó un dispositivo casero y lo accionó.
- ¡A tomar por culo!
Toda la grada estalló en llamas. El público chillaba enloquecido extendiendo el fuego por todas partes.
- ¡Pero contra quién luchas, puto enajenado! ¿Cuándo has preparado esa bomba?
- Todo es un plan maestro para vencerte por fin, zorra. Primero anulo a esos vendidos que sólo te animan a ti. Así estaremos en igualdad de condiciones.
Animado por su aparente genialidad, se avalanzó como un oso hambriento sobre ella, cayendo encima con todo el peso y dejándola inconsciente. No se movía. No respiraba. ¿Sería posible? ¿Por fin la había superado?
Las lenguas de fuego surcaban el techo y las paredes. Tenía que salir de allí...pero ¿iba a dejarla consumiéndose en el incendio? ¿Ese era el final que siempre había anhelado? ¿Era un buen momento para dejarse llevar por su típica catarata de dudas?
- Querida, ¡qué te den!
Pero fue darle la espalda y ella se levantó como Drácula, con la boca y los ojos abiertos por completo. Trepó por su espalda y le arrancó medio cuello de un bocado.
Cayó como un pelele tembloroso y con la respiración chirriante.
- ¿Quieres saber porque hice de tu vida un infierno?, dijo burlona mientras él sujetaba la sangre de su cuello con las manos.
- ¿Por...por no decirte casi...nunca te... te quie... ro en vez de...en vez.. de te necesi...to?
Justo antes de contestarle se detuvo. Ya estaban otra vez en ese punto; el chalado y la psicópata que se intercambiaban las personalidades en un intento más de no abandonarse por completo.
Pero esta vez el juego se les había ido de las manos. Él se había desangrado y mantenía una mueca de sorna y terror: blanco total y con los labios apretados y estirados...por fin le había salido poner los labios especiales.
Ella salió en el último momento del local que se derrumbó tras de sí. Era el fin de una era, como decían siempre las películas que él guardaba como tesoros. Y el principio de otra. Menos violenta, más constructiva. Totalmente diferente.
Había ganado y no sabía el qué. FIN
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