sábado, 20 de febrero de 2010

Otra semana tontísima



Me he estado engañando: jamás divagué.
Ni perdí el tiempo haciendo las cosas que habrían resultado una completa pérdida de tiempo.

Supe fabricar un amor burgués de miradas y copas de helado; amor de padre, si prefieres.
De entusiasmo en lo fácil, en lo cotidiano, de ese que levanta religiones; del que duele perder.
Y luego se me revolucionó.
Se hizo bramido y campo, con todo lo que conlleva. Para finalmente alienarse en su libertad.

Y lo escribo porque no puedo pintarlo, para pintarlo porque no puedo explicarlo.

Lo que más valoro ahora es traerlo de vuelta con mucho cuidado, ya que es posible que me lo esté inventando todo, como un niño.

Si finalmente voy a envejecer,
me gustaría quedarme solo, como sola está la casa;
y ya que no puedes llevarte tu fantasma, intentaré hacerle reir mientras pueda.

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