sábado, 20 de febrero de 2010
La maldición de la energía
Primero se pone el disco.
Tengo la foto que nos hicieron en Amsterdam;
claro que la tengo.
Retiene lo mejor que he vivido.
Lo atestigua.
Y si no estuviera ahí, conmigo,
no cambiaría nada,
marca sólo un minuto,
un único minuto .
Pero en ella salen todas las veces que nos duchamos juntos,
y sales sin gafas, pero también con ellas.
Y te veo vivendo conmigo,
estudiando conmigo,
y puesta de mdma;
saboreo el café en tu boca
y la cerveza,
tanta cerveza...
oigo gimotear al perro mientras follamos,
y se me llenan las manos cuando lloras;
se me asfixia el pecho y me salgo de la cama,
y te reprocho todo lo que iba a venir;
y te suplico que te quedes, que me destroces;
porque quiero vivirlo.
Y en la foto no sabía casi nada de todo eso,
y aplaudo a la vida,
y la vitoreo,
y ella hace una reverencia, antes de irse por bambalinas;
y sabe que ha salido bien.
No tendré otra foto como esa en toda mi vida.
Porque ya no tendré lo que ahí se muestra,
ni seré quién dice que soy;
de lo que aparece en esa imagen
sólo queda la verdad para mí,
y la verdad para ti.
Y aquí estará...
Cuando quieras podrás venir a verla.
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