Lo del Tao, vamos: si quieres abrir los ojos debes cerrar la boca.
Si sabes abrir muy bien la boca, a lo mejor entras en armonía con el resto de los instrumentos, ya sabéis: estalla el compás que todos siguen de otro y se maravillan, no con el espectáculo, sino con que haya uno.
Si abres demasiado los oídos. Ecos. Arpegios individuales que reconocer y admirar y recordar. Algo muy digno y francamente inútil.
Millones de grandes sentencias se han perdido en la memoria de sus oyentes.
Si cierras el pico, si ignoras el ruido, si introduces tus manos (o tus pies, o tu lengua...) en la materia y abres profundamente los ojos, sentirás la dirección hacia la que se abalanza el universo y presenciarás sus efectos en todo menos en ti.
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