jueves, 15 de abril de 2010
Adentrándonos en la intercapa
Me quise tanto de crío que no hay ya dios que me aguante. Y me río con aquel enano, pringao como el que más, a través de los vórtices del tiempo y del calcio.
Me cago en mi calavera una y mil veces y sigue queriendo más...más tortura, más sabiduría personal e intransferible; más catástrofe y reconstrucción de las ruinas.
La periferia clama por otras exigencias pero el cerebro, quién realmente manda, está borracho de poder y enfermedades incurables: la falta de vida potable contra los anticuerpos de la inmortalidad.
Sí. Un desbarro tras otro que tendréis que aguantar si me queréis o si vivís cerca.
Una oportunidad de oro para salpicarme con el coche al pasar o de robarme el último piti de camino a casa.
¡Qué mierda tan salvaje resulta la incapacidad de discernir si nos ha ido bien o mal!
La opción de siempre: quemar una tonelada de sus cosas.
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