Es viernes noche. Dejando a un lado lo prometedor de un sábado y domingo de mañaneo.
Mañaneo.
Mañaneo.
Suena a ritual de iniciación.
Como el de los pigmeos que es la caña: el espíritu de la jungla (un mojón de paja que recuerda al primo Eso de la familia Addams) llega a la aldea e interna a los niños, rapados para la ocasión, en la frondosa vegetación.
Las madres dejan comida y bebida en la linde del pueblo y los niños mayores se la llevan al espíritu para que les permita volver con vida (porque a todo esto los niños se han ido acojonados pensando que muchos morirán). Por supuesto todo acaba, los niños vuelven riendo y nadie sabe que ha pasado en la jungla. Y punto, ya son mayorcitos.
Bueno, que se me pierde el tema. La cosa es que me voy de reencuentro porque me da que el día correcto para estar a tiro sea hoy. Además tengo que seguir creyéndome que tengo una novela en proceso y necesito engañar a C. con ello.
Me leo lo anterior y me aburro. A lo mejor hoy sobraba, no os quito razón; pero tengo que teclear todo lo posible o me dará por centrarme y para eso os aseguro que es un día atroz. Para estos días hay una receta infalible.
Besos en los morros, punkipolvos y botes de ketoral para quienquiera.
viernes, 27 de noviembre de 2009
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