domingo, 29 de septiembre de 2013

Tatuarse con polvora


He visto la casa de Keats en Hampstead (desde la valla, sin pagar... a saber qué fundación se lo lleva), vamos, como todos los pobres que duermen a la noche en los bancos del inmenso parque contiguo, el Hampstead Heath, un parque donde vivir y morir; y con una edición bilingüe de Coleridge en la mochila (¿quieren ser románticos? consuman drogas: láudano, adormidera, metilendioximetanfetamina...) y con aquel tiro en la rodilla de Rilke resonando en mis tripas, aquel que dice "Amantes, a ustedes, satisfechos el uno en el otro, les pregunto por nosotros. Ustedes, los que se aferran a sí mismos. ¿Tienen pruebas? Miren, me ha ocurrido que mis manos se reconozcan entre sí, o que mi rostro ajado se refugie en ellas. Eso me da cierta sensación. ¿Pero quién, sólo por eso, se atrevió a creer que de veras es?"

Siempre tuve claro que moriré bien lejos de la guerra 
Algo parecido le pasaba a Lorca cuando se masturbaba escribiendo (Resisto un ocaso de verde veneno / y los arcos rotos donde sufre el tiempo / Pero no me enseñes tu limpio desnudo / como un negro cactus abierto en los juncos / Déjame en un ansia de oscuros planetas, / ¡pero no me enseñes tu cintura fresca!), todos sabemos que Lorca estaba pidiendo a gritos que no le mataran a tiros en la noche. Pero todos consiguen lo que temen.
Le faltó ese algo de boxeador del poeta Cravan que arrastraba un carro de la compra en el que vendía su obra, pura como pagar por sexo, por comer caliente y no fregar luego o torear lejos de la vereda donde siempre mueren los hijos de los agricultores. Cravan, simple como un anular en el culo, "Me gusta tanto el baile y las locuras físicas que siento con evidencia que, de haber sido jovencita, habría acabado mal. (...) ¿Cuál es esta noche mi error? ¿Qué entre tanta tristeza todo me parece bello?".

Ser un infame jardinero de la nada como decía Cioran; o Ciori, como le gustaba que le llamaran los parroquianos de la taberna. Declamar y declamar, como única función perenne -o  venidera- no puede dar beneficios, pero sirve para ser invitado a postre, a la postre.
"Ávido de exceso y herejía", gritaba el tio pesado. Veis... yo, en un concurso de ambas cosas, participaría; no digo ganarlo, que nunca se sabe como va el ranking, pero me veo haciendo un buen crono.

Mientras no se detiene la imprenta, los cielos arden sobre los puertos que ya he visto y saludo a los que salen del mar con mil mareos disimulados para acurrucarse en el mons veneris de alguna de fuerte olor y risas.
"Aquel vientre era para ser observado con lupa..." Valente siempre me enternece, a veces leo el libro a su hijo muerto por la droga mientras cago. Valente funcionario. "A mi madre la recuerdo siempre embarazada. Los hijos se los iba pasando a su hermana, mi tía Lucía Valente, para la que siempre he escrito poemas".
La pena de quedarse solo o "quedar en lo que queda"

Pero aún aguanto, aún me siento fuerte y sigo tocando el theremin para las que llenan la futurista tumba de Oscar Wilde de besos que podían ser nuestros, pero no lo son.
Vocación de libro de firmas, me temo.
Rimas como rinocerontes, que decía el Muchacho.
Canguelo puro de estar dentro mío. Dios es el despertar. Y la erección es escribir mientras me pulo la caja de cohibas; aunque no ésto. Lo incunable y valioso, lo escrito con detenimiento, con delicadeza y ternura; eso no es para cualquiera; lo atesoro y personalizo con mimo para un mimo... vale, vale. 


      "Al menos lo he intentado"                                                         









lunes, 15 de julio de 2013

Once in a blue moon

Ya toca, ¿no? Unas pocas líneas que pasaros a oscuras.
Lo de siempre, dan subidón si estás en lo jondo. A mí no me afectan -por si os lo estáis preguntando- sería un idiota si consumiera mi propio material.

Tres años después, la pesadez sin humor vuelve a aparecer en escena. Y eso que la última vez le salté todos los dientes y huyó volcando contenedores a su paso. No estaba para hacerme coñas a mí mismo y la primavera deja de existir en cuestión de horas; así que no se hable más.

Y es que el invierno no termina de marcharse, lo gris; vientos helados y sabor a poliéster en la boca. Jodido, sí, pero se puede llevar si te alimentas a base de chirimoyas y Pink Floyd y te dispones a hibernar haciendo la cuchara en la cama con alguien. Me pilló el sueño afilando las puntas de los tenedores como nos enseñó Charles Manson.
Pero ésta ha sido la primera vez que me he despertado cansado de los ciclos impenitentes.

En esta ocasión las arrugas han aparecido sin aspavientos, llamaron al timbre y me pusieron una expresión tan natural que pensé que a lo mejor es que las había llamado yo... seguramente fue eso lo que pasó; cuando me siento solo marco teléfonos al azar.
Con naturalidad, sin jerigonzas, la jodida indolencia deja el abrigo por ahí tirado, se abre una cerveza y se ha instalado en el sofa, así que ahora tengo que dormir en nuestra cama.
Con el paso de los años los descarrilamientos se aceptan porque simplemente ocurren.
 Y todos los problemas se quitan igual, frotando. Hasta que las manchas son tsunamis y sólo sobrevivimos los que somos senior -a base de no rescatar a los principiantes-

Y me pregunta la aburrida imaginación adulta que quién me gusta, porque sabe que ya quedan muy pocas y bajando. Incapaz de querer a nadie por no hacer equipo para odiar al resto.
Cualquier amish maltratador me mira por encima del hombro y se ríe de mi estofado de plancton congelado, ración para uno, sabor tropicante; echando de menos las vistas a aquel patio interior donde mi único plan en la vida era que los vecinos te oyesen disfrutar.
 
Fantaseo con declararme a cualquiera, que me diga que sí, o pedirle fuego y despedirnos, cada uno por su lado. Y fue bonito mientras duró y que nos quiten lo bailao y han salido las oposiciones a estatua de sal.
Lo que no cambiará es el ansia; algo que no se me da bien ocultar como exigen los cánones, pero que aplaudís a rabiar cuando me subo al tonel en medio de la plaza con una erección.
Y, mientras tanto, existe una canción preciosa que está de travesía, un bolero contemporaneo que está a la espera...con lo poco acostumbrado que estoy a eso y lo que rezo para estar a la altura de su altura.

Más de mil buenos sueños perdidos por este momento, por llegar hasta aquí; sabedor de que he perdido la estructura de los párrafos por el camino de chutas amarillas.
Porqué no me hago gracia y aquí sigo; declarando con sérifas que nunca se construyeron los pilares centrales del edificio.
 











miércoles, 13 de febrero de 2013

Releyendo a los clásicos XIV







No quiero saber, ni siquiera predecir lo mínimo. Saborear en mi caso es cerrar los ojos, sacar la lengua y cruzar la autovía de lado a lado. Con suerte acabaré metiendo la lengua por tu ventanilla pasando a 120 kilómetros por hora. Eso debe ser de lo que todos hablan. Y con menos no me conformo.

Me da lo mismo que arrastres sapos y culebras, demonios y abandonos. A esa velocidad, todo sabe bien.
Además las cunetas están llenas de perros y conejos que han fracasado en lo mismo.

"Hay en cada hombre un animal encerrado en una prisión, como un forzado, y hay una puerta: si la entreabrimos, el animal se precipita fuera, como el forzado, encontrando su camino; entonces, y , provisionalmente, muere el hombre; la bestia se conduce como bestia, sin ningún cuidado de provocar la admiración poética del muerto"
                                                                                                                    Georges Bataille  (1897-1962)
                                    

Tus labios, mal perfilados por la prisa y la obligación, están pidiendo a gritos salir a respirar. Yo, que no soy profesor ni en mantenerse con vida, lo único que pongo sobre el tapete es mi admiración. Pero no es todo lo que soy.