jueves, 3 de junio de 2010

Mentir; creer en lo que no se ve


Diez fantasmas más a la lista callejera,
me siento como la Whoopi Goldberg de Ghost.

No creo que la probabilidad se atreva a cuestionar nada al respecto.

Me miran esos aparecidos, me increpan, me escupen y se van bailando por mi misma acera, empujando a alguien, de vez en cuando, bajo las ruedas de los coches.
Y yo no me entero porque estudio en la biblioteca enfrente de una chica de primero que aparenta haber hecho añicos una vajilla entera.

Y me mira fijamente, proyectando imágenes fabulosas en mí:
Nos follamos entre el oleaje y los restos de un naufragio,
con un brazo alrededor de ella y otro asido al mástil;
el agua tapando y destapando los muslos de ambos y el sol, rencoroso,
calcinando nuestra piel salada.
Y luego ahogarnos, claro, qué si no.

Levanto la vista de su mirada negra y veo que los espectros se están pasando. Los apuntes de la gente vuelan por toda la sala, los portátiles se hacen añicos y bolígrafos que vuelan solos garabatean pollas en la cara de los estudiantes.
No estoy para poltergeist. Prefiero disfrutar del enigma de la chiquilla que puede con todo.

Y volvemos a conectar nuestras miradas: Dejo mi mente en blanco; una montaña se abre en dos y de su raja brota un torrente incontrolado.
Esta chica tiene una obsesión líquida.
Me viola la mente con escenas de polvos forzados, con la hierba incrustándose en la espalda y sus manos aplastando mi cabeza contra el suelo.
Por mí perfecto.

Pero se cansa, se despista; o a lo mejor he sido yo quien ha aguantado hasta el final, quién sabe.
El caso es que se levanta, recoge sus cosas y se marcha por la puerta rompiendo todas las baldosas que se cruzan con ella.

Al pasarme la mano por el pelo compruebo que estoy empapado, y que los demonios se han montado una rave con pirotecnia, barras de bar y máquinas de espuma... y sólo yo lo presencio.
No queda nadie estudiando y la súcubo ya no está;
me importa muy poco todo lo estudiado.

Estrecho la mano a un par de aparecidos que se les ve animados. Parlotean sobre los éxitos de esta multinacional, sobre lo rápido que se asciende si uno se compromete con el ideario de la marca, sobre la cobertura al finalizar el tiempo laboral...
Me enseñan un contrato que no recuerdo haber firmado, un par de golpecitos en la espalda y cada uno vuelve a lo suyo.
Se acerca, impenitente, otro verano.

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