lunes, 15 de julio de 2013

Once in a blue moon

Ya toca, ¿no? Unas pocas líneas que pasaros a oscuras.
Lo de siempre, dan subidón si estás en lo jondo. A mí no me afectan -por si os lo estáis preguntando- sería un idiota si consumiera mi propio material.

Tres años después, la pesadez sin humor vuelve a aparecer en escena. Y eso que la última vez le salté todos los dientes y huyó volcando contenedores a su paso. No estaba para hacerme coñas a mí mismo y la primavera deja de existir en cuestión de horas; así que no se hable más.

Y es que el invierno no termina de marcharse, lo gris; vientos helados y sabor a poliéster en la boca. Jodido, sí, pero se puede llevar si te alimentas a base de chirimoyas y Pink Floyd y te dispones a hibernar haciendo la cuchara en la cama con alguien. Me pilló el sueño afilando las puntas de los tenedores como nos enseñó Charles Manson.
Pero ésta ha sido la primera vez que me he despertado cansado de los ciclos impenitentes.

En esta ocasión las arrugas han aparecido sin aspavientos, llamaron al timbre y me pusieron una expresión tan natural que pensé que a lo mejor es que las había llamado yo... seguramente fue eso lo que pasó; cuando me siento solo marco teléfonos al azar.
Con naturalidad, sin jerigonzas, la jodida indolencia deja el abrigo por ahí tirado, se abre una cerveza y se ha instalado en el sofa, así que ahora tengo que dormir en nuestra cama.
Con el paso de los años los descarrilamientos se aceptan porque simplemente ocurren.
 Y todos los problemas se quitan igual, frotando. Hasta que las manchas son tsunamis y sólo sobrevivimos los que somos senior -a base de no rescatar a los principiantes-

Y me pregunta la aburrida imaginación adulta que quién me gusta, porque sabe que ya quedan muy pocas y bajando. Incapaz de querer a nadie por no hacer equipo para odiar al resto.
Cualquier amish maltratador me mira por encima del hombro y se ríe de mi estofado de plancton congelado, ración para uno, sabor tropicante; echando de menos las vistas a aquel patio interior donde mi único plan en la vida era que los vecinos te oyesen disfrutar.
 
Fantaseo con declararme a cualquiera, que me diga que sí, o pedirle fuego y despedirnos, cada uno por su lado. Y fue bonito mientras duró y que nos quiten lo bailao y han salido las oposiciones a estatua de sal.
Lo que no cambiará es el ansia; algo que no se me da bien ocultar como exigen los cánones, pero que aplaudís a rabiar cuando me subo al tonel en medio de la plaza con una erección.
Y, mientras tanto, existe una canción preciosa que está de travesía, un bolero contemporaneo que está a la espera...con lo poco acostumbrado que estoy a eso y lo que rezo para estar a la altura de su altura.

Más de mil buenos sueños perdidos por este momento, por llegar hasta aquí; sabedor de que he perdido la estructura de los párrafos por el camino de chutas amarillas.
Porqué no me hago gracia y aquí sigo; declarando con sérifas que nunca se construyeron los pilares centrales del edificio.