viernes, 28 de diciembre de 2012

Saciarse como única misión




Hoy por hoy, la resolución que intento llevar a cabo no es otra que reubicarme fuera. No como consecuencia nacida de un despecho o como construcción de una identidad que pueda explicar al resto; ésto, de hecho, sería completamente contrario a lo que busco y tremendamente adolescente, por cierto me han salido dos canas en los testículos (lo digo para que les echéis un vistazo a vuestras zonas pilosas más olvidadas que también llevan su devenir al margen de todo).
El objetivo que necesito perfilar es la incertidumbre como valor vital, porque siempre me he movido en esa línea de pensamiento experimental y, sin embargo, de un tiempo a esta parte, he escuchado bastante vuestros problemas como si me tuvieran que importar. Como si os tuvieran que importar los mios que os describo con tanto lujo de detalles y subordinadas mal construidas.

Vamos que me dan urticaria ya estos tiempos de organización colectiva, de interconexiones humanas y de globalización de toda emoción reutilizada, revivida. Necesito volver a explicarme como individuo que...de acuerdo no lo voy a discutir, sólo come, se reproduce y muere; que sí, que ejercita pericias que nos permite el intelecto como desarrollar las narrativas de los hechos azarosos o que armoniza o desarticula, en función del estado anímico, las intromisiones en el entorno. Y todo lo demás que creáis que hacemos como humanos pero que no tiene más validez que devorar, rozarse y desaparecer. Tres actos que en realidad tampoco son como para perder tanto tiempo por aquí.

Si no hubiese sido siempre tan blasfemo y endemoniado usaría el párrafo corto: quiero ver la inmensidad. Pero ya la presenciaré cuando me reencarne en limaco.

Vivimos tiempos tremendamente deterministas, donde hasta los intelectuales más significativos piensan que mañana lo seguirán siendo. El capitalismo explota, se devora y se transforma en otra cosa en forma de crisis mundial (la crisis sólo es el cambio de un modelo de explotación de unos países sobre otros), ¿acaso tenéis valor de afirmar que el cosmos está en crisis?  Sin embargo, la opinión generalizada afirma que todo esto está orquestado, que si trabajamos todos saldremos de esta y blablabla. ¡Deterministas, me dais ganas de vomitar materia indeterminada y en direcciones sólo probables!
Porque Hume era un crack y que se plegase ante el poder episcopal de la época, sabedor de lo que sabía, sólo demuestra una vez más que la incertidumbre es mana puro (que no maná) y que en esas andamos, que no tiene sentido hablar de inmanencias varias cuando si los dioses existen, no se muestran a todos y si no existen, algunos los inventan.

Yo lo que quiero es volverme "estocástico", del latín stochasticus ( hábil en conjeturar), que de ahí al sofismo hay un paso, adelante, atrás o en derredor, no sé, qué hasta el lenguaje y las lenguas muertas mutan y pensamos lo contrario. Pero eso nos pasa por habernos arrodillado ante la certeza, por obcecarnos en que era importantísimo descubrir la posición de una partícula con exactitud o echarse novia/o.

Y sentirme de bajona 3/4 y mitad de vida no demuestra que por existencia de contrarios vaya a vivir la "maravilla". Insisto, esto no es un reproche, si no la invitación a que os disperséis en mayor gloria de la anarquía. La bajona ésta, me viene que ni pintada... me la tiráis a la cara y la maravilla la llevo conmigo. No hay contrarios, sólo moléculas y gilipollas.



                                         Multiverse


jueves, 13 de diciembre de 2012

No confundas final con desenlace






Dos Mil Doce (DMD) ha sido en términos creativos una papa arrugá, sin chimichurri, ajolio, ni aliño decente alguno. Si a ésto le sumamos que no coincidí con la primavera tenemos un año abrupto pero ligero, del género "sopetón"; mis 29 años al vapor o "el año que no vivimos peligrosamente".

Sólo diez entradas escritas en este tugurio literario, y ninguna particularmente buena. Así que el proceso de disolución dictamina dos años más de actividad bloguera, con la mitad de actividad cada año hasta llegar a cero. ¿Una muerte anunciada? Au contraire. La mediocridad prevalece siempre.

Y todo esto lo sé por contraste con 2011; claro que, por aquel entonces, respiraba con dificultad y escribir, lo que se dice escribir, pues cuarto y mitad como mucho. Pero fue mi último año fértil. Todos los órganos de mi cuerpo guardan fotos de aquel año.

Aunque claro, todo hay que decirlo, me salía del pellejo; casi tanto como en 2009 (aquello sí fue un despropósito maravilloso, un lanzarse en pos de una extinción ideada por los Monty Phyton).

El caso es que el año que nos compete ha sido un año de finalización, de fin de ciclo; de ultimar el equipaje, subirse en la maleta para cerrarla y luego que te de igual que te la extravíen en el aeropuerto. Este año bisagra integra una cruda realidad: no soy dueño de mis actos, sólo de mis reacciones.
De repente me tratan de usted, me dan teléfono de empresa y me da por volver a casa. Y se oyen las risas enlatadas, claro. Lo que no sabíamos cuando empezamos es "quién haría qué".
Mirar al sol fijamente, oir crecer la hierba, tomar algo con los envejecidos.

Ya ni el perro me respeta. Acostumbrado a moverse entre basura punk y falafeles, me mira embutido en mi abrigo de usuario del AVE y no se cree lo que ve. Puedo leer en sus ojos, "tío, haciendo esto la familia no va a aumentar" y puede que no le falte razón; pero esto es Zaragoza, pequeño; es aquí donde yo fui cachorro y sé colocarme bien perfumado a favor del cierzo.

¡Dame todo lo que lleves o te pincho, 2013! 


martes, 4 de diciembre de 2012

Soy grito y soy cristal








Antes era mago.
Sabía jugar con las percepciones; no sólo con las mías. Podía.
Incluso conseguí levantar un hogar de hojas secas que se contorneaba con el viento, en el que se podía encender un fuego sereno y calentarte.
Pero un hogar sin gente es estar sólo en medio de un remolino de hojarasca.

Antes era un buen mago.
Los críos venían corriendo cuando me acercaba a cualquier pueblo.
Y los viejos se cogían de la mano sabiendo que se podían quebrar; y no importaba.
Se hacían jóvenes a mi costa y todos estábamos de acuerdo.
Pero quise llevar mi revolución a demasiados pueblos
y me volví un conquistador cruel.

Era casi un mago.
Invocaba compañía en las peores noches y les pagaba bien.
Crucé tantas líneas prohibidas que ningún poema sincero me explicaba.
Me derroché. Y ya no podía saborear.
A partir de ahí, cuando lanzaba un beso con la mano era inevitable que algo muriera.
Algunos de esos sitios, los he vuelto a visitar y ahora tienen candados.

...casi un mago
Me herí el cuerpo, me hacía miles de pequeños cortes y los animales podían beber.
Pero pronto me atacó la anemia.
O la pérdida de mi energía arcana.
Solamente entre miles podía ser uno.
Uno que sufre los recuerdos más maravillosos y aún puede sanar a los otros, que casi fue un mago,
pero que ahora sólo es grito y es cristal; mientras tú te eriges en el Valle de los Reyes.








martes, 11 de septiembre de 2012

No funk, no fuck




 ... O eso dicen los que antes eran rojazos, sharps, cocainófilos. El funk, música de verdad; canciones en directos históricos que los tubab descargamos de internet... No, tios, no reventéis el funk. 

Porque mientras una amiga hace concursos de corbatas mojadas para elegir padre, yo soy un campo altoaragonés en barbecho. No sé si se me va a enteder; digo que he aprendido a mirar pantalones y no culos. Con lo que me gustaba a mi hablar...Ahora me masturbo con la radio puesta.

Acordarme de algunas me viene que ni pintado, aunque ya en plan aberracion: la cabeza de una, las piernas de otra, el culo de alguno, mi perilla.
Me he tomado muy en serio desprestigiar a toda la licenciatura de Psicología.

Grito al sol, grito a los coches y a las viejas; sonidos funkadélicos que parecen carcajadas de mohicano.
Todo mientras veo desaparecer a los amigos.
Este mundo es un cancer de próstata y de mama a la vez. No me emborracho por mucho que lo intento... y ya no lo intento.

Vaya mierda, ¿no? Si he puesto el automático para vivir, cómo no voy a poner el automático para escribir.
Me estoy convirtiendo en uno que va de público a programas de televisión mientras se da cuenta de que no es una reencarnación de Kafka.






                                      Va por vosotros, tios

lunes, 27 de agosto de 2012

Un detective indiferente VIII: Cohorte soleada



Joao Cabellera iba liando un cigarro, calle abajo, en un día de sol como pocos. De esos que apetece que pase un coche por los charcos salpicandonos a todos. El buen humor de la población circundante siempre le engatusaba; le hacía siempre mucho más feliz.
Y así, con la cabeza perdida en rememorar otros momentos felices, disfrutaba y se enorgullecía del aquí y ahora.

Estaba a punto de llegar al hospital donde estaba ingresado Hernán -y la mala leche de su amigo motorizado iba a ponerle otra vez en guardia-, así que se tomaba con humor aquellos momentos de relajo. Su mejor amigo iba a necesitar todo el buen humor que pudiese acumular, mucho más que una caja de bombones o unas flores. Hernán se iba a resquebrajar en cualquier momento y todos los amigos se estaban preparando a su manera.
De todos ellos, Joao era el más iluso. El que pensaba que formaban una piña fuerte ante las adversidades.
Adversidad: vivir de chulear mujeres siendo homosexual. 

Bajaba la calle con su camiseta interior de tirantes y sus botas puntiagudas como el que decide morir de adolescencia. Lleno de pasión insultante para cualquiera que se considere honesto. Buscavidas. Liante. Impresentable. Postizo. Mantenido.
Adversidad: vivir siempre con los hijos de otros.


Había dejado a Rita en casa con la palabra en la boca. El hijo de ella, Sergio, jugaba con la comida mientras veía extasiado la mierda que salía de la televisión.
Les había sacado de la cama la madre de ella y habían empezado a hablar en clave, madre e hija. Así que, Joao, se acordó de su amigo ingresado y cogió la puerta aún sabiendo que Rita no quería quedarse a solas con los reproches de su madre y sus errores; los de dar la espalda a todos y todas por unas botas puntiagudas. Ni que decir tiene que no siempre se llamó Joao.

La historia de este día termina con el Cabellera plantado frente a la puerta del hospital, viendo como su amigo es sacado del edificio en su silla de ruedas por un ángel fácilmente corrompible, con Rita echando a su madre de casa furiosa y confundiendo la mirada bovina de su hijo con un discurso de Cicerón a Catilina.
Con Sara, la chica que empuja esa silla de ruedas, sintiendo que, después de tanto correr en círculos enormes, quizás el malhumorado paralítico a su cargo pudiera ser el hombre de su vida. 

Termina con Hernán en medio de un genocidio colectivo sin ser consciente de nada más que de su reciente afición al Tiopental






                                                                                                                          Madre e hija. Leopoldo Pomés
            

miércoles, 22 de agosto de 2012

Si entro en Laconia, arrasaré Esparta






Se sale del hogar y sólo hay bares, claro.  Se entra en uno cualquiera buscando a Guillermo de Ockham o se espera uno tropezarse con Hannah Arendt, pero una vez dentro sólo hay gente envejeciendo y riendo sin que ningún chiste sea la ostia.

Y cada vez que supones que te has definido de alguna manera, llega una horda de diablillos marrulleros para hacerte quedar mal. Te pintarrajean la cara y te visten de industria del porno. Y ni siquiera en el bar ríen.
Así que te buscas un trabajo.

Cada final de equinoccio te entregan una bolsa con maravedíes o un cofre de doblones y te buscas una vida que comprar en la sección de segunda mano de la prensa seria y perfumada. Tres o cuatro lunas después, un desconocido llama a tu puerta. Trae regalos, previamente encargados, que colocas directamente en un rincón en particular por su especial microclimatología y solubilidad con el entorno -lo que viene a ser, donde no moleste-; le das maravedíes y adiós muy buenas.

Pero el sol se esconde y es hora de que tu también tengas tu pérdida de conocimiento diario, mañana hay que sentarse en la misma silla y mirar el mismo electrodoméstico que siempre.

Y llega ese día, cada día. Al decimocuarto bostezo vas a la máquina tragadoblones y te toca un café. Bien por ti. Desde que odias los días, te odias a ti mismo.

Hay jornadas que eres el cincuentón de la mesa de enfrente, con una profesionalidad aplastante a falta de vocación, y esa noche no duermes bien; otros eres el cuñado de la prima del marido de la chica a la moda de al lado y "sí, pero no". La mayoría de las veces eres uno que se parece ligeramente a alguien que solías ser.

Menos mal que en tiempos de guerra necesitan que tú no estés en tu puesto -la fuerza de la desinformación-, y te mandan a asaltar colinas de alto valor turístico, o a tostarte al sol para obtener un oscuro tono epidérmico que se camufle con el status quo. Son dos semanas, 14 días, 336 horas de batallas contra el aburrimiento de intuirse dato estadístico o secundario gracioso. 

Al menos, las otras especies se reproducen por instinto y violencia, no por tener 20 minutos libres al día  como único vestigio de una especie evolucionada.


"Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días"
                                                                                                                                   Germaine de Staël



viernes, 1 de junio de 2012

Primeros planos








En el papel blanco se escribe sin mácula, pero aquí resaltan miles de manchas que no pienso quitar. La pantalla ni es papel, ni es reflejo. Y por eso aquí caerá todo en vertical; ni siquiera le voy a dar efecto. Un descenso hasta que asuste.

Lo anterior vertido, nada; insignificancia. Sí, pero no. Lo de ahora mismo, si quieres la verdad -y nada más que la verdad- sólo es bilis. Más insignificancia, seguro, pero reciente, la bilis de hoy; valiosa de verdad.
Bilis de amor, si lo prefieres y crees en la herencia y el aprendizaje de los días, y sobre todo de las noches.
Yo discurro separado de lo aprendido. Por la SuperVivencia. Porque tengo amigos que se han tirado de un balcón y se han perdido todo lo demás.

Yo no vivo lo que sé... Y debería. Eso seguro.

Todos merecemos morir mañana. Y que no queden más que deudas...¿qué debería quedar si no?
No va a ocurrir que estemos solas todas a la vez.  Eso no ha ocurrido nunca y por eso la mitad de la poesía es mentira y libelo.

Y que te quieran no vale nada. ¡Pero qué te voy a contar!
Lo que importa es descubrirse en lo nuevo (¡todavía aquí!) el dolor de la siguiente década, del siguiente siglo; sentirse partisano en pleno siglo XXI, reconocerse amante en tiempos de eyaculación sobre las tetas.
Porque la única lucha es la del vencido, la única gloria es la derrota. Y la razón nace del sentir o no llega a nacer y morimos siendo monos con el culo al aire y desgañitados en la madrugada con las pollas enhiestas y las tetas secas.

Bilis mezclada con diccionarios, mi trago favorito. El único que me emborracha. Y disculpad, pero fumo y ahora es el momento.

A ratos, sentimos una violencia infinita, manchada de ira y desahogo y sabemos que sólo es una excusa de la raza, una reprimenda de la especie, un "o te pones las pilas o hasta luego". Como si la naturaleza tuviera potestad sobre un suicida, sobre un bastardo.
Como si la no pertenencia fuese una perversa medida de control. No nos perteneces. No te queremos. Ven aullando y matando a tus familiares como ofrenda; no serás el último, ni el primero. ¡Acostúmbrate!

Y se posterga la bilis, se celebra la amistad un buen rato, y se brinda por lo poco que cambiamos y lo divertida que es la testarudez.
Y el sobrecogimiento es material de místicos que ya no me fían.

Mi lengua hace lo que puede. Se desdobla, realiza triples mortales y acaba poníendonos en peligro a todos los demás. ¿No existe ni una sola estatua de una lengua? Decir que el infierno es el otro es no tener ni puta idea de filosofía.

Hoy me vendían la inmortalidad de baratillo; de segundas nupcias.
En un mundo donde no nacen los mismos niños, donde la cerveza se calienta con mirarla, y donde la opción repeat es la única paz de espíritu conocida; ¿qué sentido tiene todo lo que no sea escribir sin retocar?

Nos rendiremos justo al llegar.









martes, 29 de mayo de 2012

Nunca conocerás lo mejor







Como todo lo importante de mi vida esa frase llegó a mí porque la casualidad se lió con la suerte, y por pura contingencia tuvieron un accidente y, para más imprevisto, estaba yo delante por pura chiripa.

Nunca conocerás lo mejor

Deprimente, sí; tremendamente cínico y agorero, co.
Pero si te cruzas con esta frase mientras se te acaba el cigarro, sentado en un puente calibrando si tirarte al agua o esperar a que pase un piragüista y llevártelo por delante; esta frase puede salvarle la vida.

Y como las mejores frases esta también resulta especialmente orgánica, mutable, leal.
Ese es el regalo: lo aniquilable...

O no, claro, pero aún no has conocido lo mejor...y nunca lo conocerás.

Y vienen épocas de vivir en el mundo del ensueño -de real que es todo- Nos coloca tanta realidad y los años se van volando en todas las direcciones con el capó abierto; dejando una columna de tus recuerdos volando por la carretera. Te tocas la oreja y ahí estaba, esperándote desde hacía ni se sabe; un cigarro que pusiste ahí para afrontar mejor el futuro o para celebrarlo o para calmar el miedo. Y no puedes recordar cuando has sido más feliz, pero aún no has conocido lo mejor...y nunca lo conocerás.

Y no sé vosotros, pero yo me siento como si hubiese nacido ayer, y conocer esa máxima no resulta ni placentero, ni cómodo, simplemente es algo bueno que recordar.
Simplemente es lo mejor que he conocido hasta ahora: el ansia es algo que no cambiar por nada del mundo.

Sé voraz, vive intensamente lo poco que te toca y no te creas nada de lo que te venga a la cabeza a la vejez.

Porque seguro que ya habrás conocido lo mejor; me da que es lo que tiene que pasarnos.






martes, 21 de febrero de 2012

Releyendo a los clásicos XIII

"La afirmación de que los mansos poseerán la tierra está muy lejos de ser una afirmación mansa"
                                                                                                                 Chesterton (1874-1936)

















viernes, 17 de febrero de 2012

¡Me quiere, coño!




Jugamos a aguantarnos la mirada
y eso ya es bastante arrimarse.
"El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares"

La sensualidad es como la fe: material de medievales, de perdidos
como yo.
Esta es la generación de los mil polvos con la misma persona.
Los papilomas a los lados
y unos beats para mostrarme como soy.
Caigamos como la plaga que somos. Seamos alimento para el bosque y los oceanos.
Guerra de pieles;
guerra "florida" que terminará en esclavitud.

A la mitad ni os he visto pasar.
Estaba ocupado viendo cómo se desarrolla esta chica,
en espiral mío.
Y me está gustando vivir de la fe
a falta de creer en la vida.

sábado, 11 de febrero de 2012

Me alisté sin saber qué hacía

Mis vicios son los vicios de todas las épocas. Llevo aplaudiendo desde el ensayo general de la guillotina.
Y considerando que soy cazador desde la Alta Edad Media.
Me tapo los oidos cuando me llaman a gritos y me acaricio la piel antes y después de adentrarme en el desierto.
También estoy conquistando metro a metro ese desierto.

Quiero bailar un lento con todas.
Quiero una muerte elegida.
Quiero ver todos los ríos y estar en las faldas de todas las montañas.

Cuando el bar se llena de humo me gusta cantar.
Estudio duro para ser enterrador de animales en cementerios indios.
Me cuesta hacer amigos a más de un par de días a caballo de distancia.
Amo a la mujer revivida por Victor Frankenstein porque yo soy su primer experimento.

Mis virtudes son las que decidí anoche antes de dormirme, por si no volvía a despertar...
  



martes, 3 de enero de 2012

Orfeo debe caminar siempre delante

"Es lo suyo...", decían los griegos que me daban clase, "bajar hasta el puto infierno para recuperarla". Y no mirar atrás, es decir, confiar en su palabra: Eurídice te sigue a pocos pasos y a ti te han estafado tantas veces que no te queda otra que mirar a ver si te sigue. Y claro, ya sabéis que pasa: que has incumplido el pacto y no puedes estar con ella. Si tienes cojones volverás a intentar cruzar el infierno en otra ocasión, como hizo Orfeo, y si no compondrás lamentos y tertulias a la lira por la mala suerte que nos rije y la mala ostia de los hados.

El mito se repite o no es mito. Orfeo siempre se gira...es eso o arriesgarte a sacar un monstruo del infierno y llevarlo a tu cabaña. Y así están las cosas. El Hades siempre vence. Sólo existe Eurídice si la pierdes.

Y lo asumes. Y vuelta a adentrarte en el infierno que aquello ya parece veranear en el pueblo de veces que has estado. El espectro hecho polvo que te dio asco la primera vez que abrió la puerta ya te ha cogido confianzas y todo y te sonríe con una dentadura que mejor sería no tener nada. Hasta te pone el sello en la muñeca para saltarte la cola por si sales a fumar.

Y cargas con la lira porque la llevas contigo, no hay otra. Y todas las marchitas apariciones te piden hacer los coros. Pero tu no estás para coñas, te duelen los pies de subir y bajar al inframundo por amor.


Pero es que hablamos de Eurídice, chavales; ninfa auloníade asesinada el día de vuestra boda por huir de un pastor despreciable y violador cualquiera...porque en tu mito los dioses ni pintan ni cortan, tu historia es la historia del que pierde y no lo asume.


Pero eso ya lo vienes sabiendo tras sortear el decimocuarto demonio abisal que se cruza en tu camino. No es que lo sepas, es que es tu emblema, lo que te mantiene en pie, a ti, un vulgar pastor en el centro del infierno.

Ver a Eurídice allí, al final de tu búsqueda es la mejor parte. La muerte no os ha separado, pareja.
Y estás tan cansado de los subidones y bajones de esta historia mil y una veces repetida que sugieres un cambio: agarrado fuertemente a Eurídice y con una lira como protección osas cambiar el trato a los cancilleres del Tártaro. Planteas que esta vez sea ella la que vaya delante y que si ella siquiera se gira para buscarte, seas tú quien quede preso allí.


Y en esas estás. En una era sin mitos y sin dioses cruzas el planeta cabizbajo siguiendo el aroma del cabello de tu ninfa.