jueves, 24 de septiembre de 2009

Buscando bronca



Se había acabado la tierra.
Un niño de fuego apedreaba al mar, con ira. A mí, como a todos, también me debe una sirena. Pero aquel día yo sólo le fruncí el ceño, plantado, sujetando los latidos con los
dientes; disimulando el jirón.

Quería ser igual de inaccesible al cerrar los ojos; quería engañar, imaginarme que no olía a harén. Pero en la oscuridad que se ve por dentro podía escuchar los aleteos y un bramido agudo ninfómano.
Como representante de una especie acorralada, no puedo aportar nada nuevo a lo que ya dijo Cioran, "se ve uno tal como será: una lección, no; un acceso de modestia, un buen uso del esqueleto".

Mis olas me rozaban los zapatos, para que no se me olvide que la cacería sigue en marcha.
Nunca escapé de allí, simplemente lo creo como puedo.

Aquel cielo repetía y erguíase sangrante, el océano sedante replicaba, con su imagen, a la eterna lejanía.
Puta la falta que hace.


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