viernes, 27 de noviembre de 2009

Me desnudo lo que quiero



¿Un poema del cuerpo?
Vale, pero que no haya rimas, ni metáforas psicosomáticas. Qué lo que diga de mis facciones sea lo que la gente ve, qué lo que diga de mis fuerzas sea todo mentira y qué cuando hable de mis dedos sea donde vaya esta noche.
¿Por qué hablar del cuerpo? ¿Por no hablar sin saber?
Lo suyo sería hablar de lo que sale del mismo: mierda, lefa, la risa, salivas en cacería, sudores, humores, enfermedades contagiosas dirigidas, puñetazos, lanzamiento de piedras y de miradas: sucias, honradas, protectoras, promiscuas…¡y qué más da!
Así que empiezo a correr para poner a prueba la máquina en el papel, como cuando era crío, casi sin apoyar el pie por entero...volando raso.
Esquivando otros cuerpos que ya me los conozco por sus poemas e impidiendo que nadie opine de mis debilidades que son sólo mías.
Cuando no puedo respirar sé que se me pasará en un momento. Luego pongo mi mirada de "no me convence" para saltarme los efectos sobre mi cuerpo; campo privado, incluso, para los poemas.

Y queriendo estar al final extenuado, vendido, al límite; lo más fuera posible sin salir del cuerpo, que es de lo que se trata.
Una vez en materia, al lío; calibrar su peso, su sutil curvatura; aplaudir su esfuerzo en sostenerme los huevos; órganos pasados de fecha y de época...punto de reunión de la Resistance, a la que, al final, no acudimos nadie porque todos estábamos follando.

La fricción hace al músculo y la osamenta es nuestra puta particular; y esto va en plural por eso de haceros partícipes del poema, aunque el parecido termina aquí; gracias a Dios.

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